Escrito por: Juan Camilo Reyes Marfoi*
Cuando uno piensa en los Llanos Orientales, lo primero que se viene a la mente son esos paisajes inmensos, la ganadería y la vida recia de los llaneros. Pero hay algo más, algo que muchas veces pasa desapercibido, los morichales. Estos son verdaderos oasis en medio de la llanura, con sus altos moriches conocidos como palmas de moriche o mauritia flexuosa, que refrescan las llanuras, capturan carbono, y son nada más y nada menos que guardianes de la vida en estas tierras donde el agua manda.
Para quienes viven en los Llanos y en las sabanas inundables, el morichal no es solo un paisaje bonito, es parte de la vida diaria. Es refugio de animales, es sombra para el descanso, es fuente de alimento y hasta tiene un valor espiritual. Hay quienes dicen que el moriche es “el árbol de la vida”, y no es exageración. Es el lugar donde el llanero, después de una larga jornada de vaquería, se regocija al contemplar un atardecer sobre los frutos que alimentan a personas y animales. Sus hojas se utilizan para tejer, y su tronco sirve como material de construcción. Las comunidades indígenas y campesinas que habitan cerca de estos ecosistemas los ven como un regalo de la naturaleza. No es raro ver a la gente recolectando el fruto para hacer jugos y chichas, o utilizando sus fibras en artesanías que luego venden en los pueblos cercanos. El morichal, en ese sentido, también representa la economía para muchas familias campesinas.
La ganadería, la deforestación y los grandes proyectos agroindustriales están acabando con estos ecosistemas, para hacer pastizales o sembrar arroz, incluso han drenado tierras que antes retenían agua, pero cuando el agua se agota, todo desaparece. Así han ido muriendo muchos morichales, dejando a la gente sin el recurso hídrico necesario para su vida, especialmente en épocas de verano y su cultura.
Ante eso el turismo ecológico ha comenzado a verse como una alternativa. Algunos han entendido que cuidar estos espacios puede traer más beneficios que destruirlos. Hay fincas y comunidades que se han dedicado al el ecoturismo, ofreciendo recorridos donde la gente puede conocer la flora y la fauna de los morichales. Pero aún falta apoyo y conciencia para que esta opción crezca y sea una verdadera fuente de ingresos, ¡claro! con una planeación cuidadosa y responsable sobre la capacidad de carga, para no destruir su espacio natural.
El morichal también está en la música, en los mitos y en la forma de vida de los llaneros. Los viejos cuentan historias de apariciones, de luces misteriosas que se ven en las noches y de espíritus que protegen estos lugares. Para los indígenas, son sitios sagrados donde se hacen rituales y donde habitan los espíritus de la naturaleza. En la cultura llanera, el agua es tan importante como el caballo o el machete. Y el morichal es, precisamente, una señal de que hay agua en tiempos de sequía; donde los animales y las personas buscan estos lugares para sobrevivir. No es solo un pedazo de monte más, es parte de la identidad de quienes han aprendido a vivir con una sábana agreste entendiendo su importancia respetándola y aprovechándola sin destruirla.
Igualmente, el morichal es hogar de muchas especies. Es común ver bandadas de garzas blancas, tortugas morrocoy, venados y hasta chigüiros refrescándose en los caños cercanos. Pero con la presión del hombre, estos espacios han ido desapareciendo, y con ellos la fauna que depende de ellos. Los cambios en el clima también han afectado el ecosistema. Antes, las lluvias eran más predecibles, y aunque las sabanas se inundaban, el ciclo de la naturaleza seguía su curso. Ahora, con los cambios ambientales, hay épocas donde las sequías son más intensas y los incendios forestales arrasan con todo, como por ejemplo en estas épocas de Marzo. A pesar de todo, las comunidades siguen luchando por preservar lo que queda.
Hablar del morichal es hablar de la gente, de sus costumbres, de su relación con la naturaleza y de un ecosistema que ha sido clave en la vida llanera por siglos. Es un lugar donde el agua, la vegetación y la fauna conviven en un equilibrio perfecto, pero ese equilibrio cada vez está más amenazado. Si no comprendemos su verdadero valor y no impulsamos campañas de protección, conservación y reforestación, en unos años el morichal podría convertirse en solo un recuerdo en la memoria de los más viejos. Y con su pérdida, se desvanecerá gran parte de la identidad de los Llanos Orientales. La gente lo sabe, lo siente, pero necesita más apoyo para defender lo que, por derecho, le pertenece a su tierra.
* Juan Camilo es es investigador de la historia, el arte y la cultura de Casanare. Coordina el grupo Yajarote del programa Vigías del Patrimonio, es consejero de cultura en el área de patrimonio e integra el comité del Paisaje Tradicional Ganadero de la Sabana Inundable en Paz de Ariporo.
Fotografía de: Fundación Natura