En memoria de tantas voces silenciadas.
¿Dónde están? Nadie lo sabe. Son secretos que se ocultan en nuestras tierras y vidas guardadas en tantos corazones de sus madres, sus hijas o esposas. El drama del conflicto armado aún nos persigue, y nos seguirá persiguiendo por décadas, por siglos. Especialmente porque sí hay quienes creemos en la necesidad de no olvidarles. Olvidar las tragedias del conflicto armado nos convierte en cómplices de sus perpetradores, sin más. Silenciar a quienes claman justicia nos convierte en victimarios secundarios. ¿Es una exageración? No lo es.
El dolor no se bota, se vive. Nadie puede pedirle a esa madre que parió a un hijo, a esa abuela que cuidó a sus nietos, a esos padres que no volvieron a ver a sus hijos, que “boten” la memoria de los recuerdos vividos y sigan adelante como si nada. ¿Qué será de la vida de quien, en su mente y en su corazón, se pregunta a diario: ¿Dónde está mi hijo? Ese hijo que aprendió a comer en esa mesa, la misma que hoy la acompaña con su soledad. ¿Dónde estará aquel chiquito que llevaba a la puerta del colegio?
Cuando pienso en el conflicto, en las víctimas, me vienen a la mente los árboles, con sus raíces largas, que se hunden en la tierra, allá donde se entrelazan con otras raíces, con otros árboles, con el fondo más profundo de la tierra. Al final, todo está unido. Al final, todos somos una misma familia. Si miramos hacia las raíces, no importa el color ni la etnia: terminamos siendo hermanos y hermanas. ¿Cómo es posible que no nos conmovamos cuando alguien de la familia falta?
En los llanos, siempre sabemos que en el mismo pueblo hay familiares cercanos, lejanos, o incluso, en algunos lugares, nos llamamos “parientes”, “primos”, y así nos saludamos. Estoy segura de que el nombre de esta costumbre varía según la cultura, pero al final, el sentimiento es el mismo: sabemos que compartimos algo en común. Sin embargo, a menudo somos indiferentes al dolor ajeno. Me llamó la atención investigar la cifra de personas desaparecidas en la región de los Llanos Orientales de Colombia, y los datos nos exhortan una reflexión importante.
Según la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD), la entidad encargada de registrar y buscar a las personas dadas por desaparecidas en razón y contexto del conflicto armado, a corte de noviembre de 2024, los Planes Regionales de Búsqueda indican que el número de personas desaparecidas en los departamentos de la Orinoquía es de 15.981, con 63 municipios involucrados en los planes de búsqueda (1) . Es una cifra escandalosa. Además, todas y todos sabemos que, aunque este tipo de registros intenten reflejar completamente la realidad, la verdad es que solo logran capturar una parte de la fotografía. Factores como el miedo, el terrorismo, y las limitaciones económicas, culturales y lingüísticas impiden que la cifra sea completamente realista. ¿Cuántos y cuántas serán?
Para ilustrar la magnitud del drama de la desaparición forzada en Colombia y en nuestra región, tomemos como referencia la cifra de la UBPD. El Madison Square Garden en Nueva York tiene una capacidad aproximada de 20,000 personas para conciertos. Esto significa que el número de personas desaparecidas en la región de la Orinoquía sería casi equivalente al total de ocupantes de este emblemático recinto, representando el 80% de su capacidad.
Pero, ¿hemos pensado que detrás de esas cifras hay hombres y mujeres con historias? Personas que vivieron, respiraron y caminaron por nuestros pueblos, que hicieron parte de la construcción de nuestra cultura. ¿Cuántos jóvenes folcloristas? ¿Cuántas jóvenes con sueños de una región más próspera? ¿Cuántos lucharon por las tradiciones o por la protección del medio ambiente? ¿Cuántos de ellos bailaban joropo? O incluso, ¿Cuántos los conocimos sin saberlo? ¿Nos cruzamos con alguno durante nuestra vida? ¿Compartimos la escuela con algún familiar de esa persona que hoy parece ser una “cifra”?
Eran muchas, eran muchos. Estoy segura de que no fue solo una persona del total de 15.981 la que compartió algo en común conmigo o contigo. Al final, todos somos parte de una gran familia. Se preguntarán, ¿Por qué hablar de esto en un espacio dedicado a la cultura, las tradiciones y el medio ambiente? Porque todo está relacionado. Esas 15.981 personas, hombres, mujeres, tal vez niños, niñas y adolescentes fueron parte de la construcción histórica y cultural de nuestra región. No podemos olvidarles. No podemos hablar de la riqueza cultural, social y ambiental de los llanos, sin hablar de sus historias. No podemos botar sus recuerdos, porque sería negar la historia propia.
Que nunca más se nos olviden las mujeres, hombres, niñas y niños que fueron silenciados, y que hoy tienen una madre, un hermano, una tía, una hija o una esposa que los busca, intentando preservar su recuerdo y su aporte a nuestra historia, para que no se pierdan en el olvido del pasado.
Referencias:
(1) UBPD. Planes Regionales de Búsqueda. Tablero de Datos. Filtrado por Departamentos. Consultado el 14 de noviembre de 2024. https://unidadbusqueda.gov.co/sobre-busqueda/planes-regionales/.