El Rio Amazonas: un paraíso deforestado y contaminado

Escrito por: Leni Murcia Naranjo

Advertencia: Este blog post es diferente a los acostumbrados en el Blog Llanero con tinte campesino. Pretendo contarles un poquito sobre la Amazonía y el turismo responsable.

El rio Amazonas tiene varios atributos: el más largo, el más caudaloso, en el que circula la quinta parte de agua dulce del planeta, el que atraviesa tres países (Perú, Colombia y Brasil), en el que habitan los delfines rosados y “más de 3.000 especies de peces, aproximadamente 1.300 especies de aves, 430 mamíferos, 427 anfibios, 450 reptiles y 8.000 especies de insectos, así como 80.000 especies de plantas” (Rivers are Life, 2023).


El Amazonas es un rio vivo, con la mayor biodiversidad ecológica del mundo, esta cuenca hídrica es hogar de miles de seres, incluyendo los habitantes de las áreas circundantes, que aprovechan la arquitectura anfibia (casas flotantes, viviendas a la orilla del río, o embarcaciones que se convierten en lugares de residencia, gasolineras, ferreterías, tiendas de abarrotes, terminales para botes y restaurantes) para construir sus proyectos de vida individuales y los de sus familias, en medio del gran río en el que usan troncos gigantes de árboles amarrados al fondo de las construcciones para que puedan flotar.


Como estamos hablando de un rio vivo, el Amazonas hace sentir el poder de su presencia que se refleja en la abundancia de alimentos que las canoas de madera y pequeñas lanchas llevan cargadas de pescado plátanos, yuca y frutas exóticas todos los días para venderlos en el mercado de Leticia.


El rio es hogar y vía principal, sus diferentes afluentes son subdivisiones de esta inmensa carretera que ante los ojos parece infinita. Por eso, para transportarse en el departamento del Amazonas, la opción ineludible son las lanchas, botes artesanales o embarcaciones veloces de doble motor.


Desde mis ojos de turista, es indescriptible tanta majestuosidad y belleza, vivir una semana en el Amazonas brinda una forma diferente de ver la vida y de reflexionar ante la naturaleza. Habitar la triple frontera, permite a los lugareños y visitantes fluir y navegar por diferentes leyes, lenguas (español, portugués e indígenas), monedas, tradiciones culinarias, costumbres, música y culturas. La vida y el tiempo son diferentes en el Amazonas.


Sin embargo, es inevitable notar cómo la deforestación, la contaminación y otras actividades humanas -incluso acciones irresponsables como la falta de manejo adecuado de basuras- están poniendo al rio Amazonas y su ecosistema en grave peligro. Tanto así que desde el avión -antes de mi llegada a Leticia- ya sabía que mis emociones se entrecruzarían entre el asombro y la tristeza, pues las áreas de deforestación de la selva son evidentes.


No resulta extraño que el Gobierno Nacional haya indicado a través del Ministerio de Ambiente que para el año 2023 se reportó en la Amazonía una deforestación de alrededor de 18.400 hectáreas (2024) por prácticas ampliamente conocidas como los cultivos de uso ilícito, la extracción ilícita de minerales, la extracción ilegal de madera, las prácticas no sostenibles de ganadería extensiva, la praderización para el acaparamiento de tierras, la infraestructura de transporte no planificada ni medioambientalmente controlada y las dinámicas de los grupos armados ilegales.


El corazón verde de nuestro planeta: la Amazonía, está siendo devastado. La deforestación y la contaminación están empujando a este ecosistema único al borde del colapso. Pero no todo está perdido. Podemos unir fuerzas para proteger este tesoro natural. Al reducir nuestra huella ecológica y apoyar iniciativas de conservación, podemos garantizar un futuro para la Amazonía y todas las especies que dependen de ella.


En mi paso aventurero por la Amazonía, pensaba que como turistas somos irresponsables, había cientos de botellas de plástico en el rio, sus afluentes, en los caminos selváticos y mucho más en las zonas urbanas -¿Por qué comprar agua en botellas de plástico si se pueden usar termos y botilitos?-; así mismo había cientos de bolsas plásticas y de material envoltorio no biodegradable de dulces, galletas, papas, chucherías que fueron a parar al rio, a los ecosistemas de Puerto Nariño, Tabatinga, Santa Rosa y Leticia -¿Para qué comprar galguerías con exceso de azúcar, sodio y grasas trans cuando se puede comer una variedad de frutas exóticas como el camu camu, arazá, piña, bananos, guayaba dulce, copoazú, maraco, lulo amazónico, borojó, caimito, carambolos, uva caimarona, etc.?; ¿Por qué pagar para interactuar, tocar, alimentar animales que pueden estar siendo maltratados, explotados o torturados fuera de su hábitat? -y sí, lo digo por los micos a quienes se les hace pasar hambre para que roben de las manos de los turistas los bananos, o las guacamayas a las que se les cortan las plumas para que no vuelen o vuelen limitadamente, incluso a los delfines a los que se les somete a ansiedad y estrés por las lanchas que llevan turistas que quieren capturar lo más cerca posible sus saltos e invaden sus hábitats-.


El turismo responsable nos invita a comportarnos con respeto, conciencia y responsabilidad, se trata de ser ciudadanos amazónicos, porque sí, desde que se toca el suelo de esta región selvática, el embelesamiento, la perplejidad y una fascinación inexplorada en la hondura del espíritu nos brinda una ciudadanía diferente, cercana con la Madre Naturaleza y otra forma de reflexión frente a lo que somos y hacemos.


La Amazonía es un paraíso que, aunque deforestado y contaminado, pugna por vivir, por existir, por expresarse con poder y belleza para animarnos en la acción civil y gubernamental.

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