Blog llanero con tinte campesino escrito por: Leni Murcia Naranjo
Son las 3:00am, hace frío en Bogotá, aún no se cuela un rayo de sol entre las nubes, sin embargo, en el parque principal de Fontibón ya se observan varios hombres y mujeres caminando de aquí para allá, levantando carpas y organizando mesas con sus respectivas sillas.
Es penoso quedarme quieta en medio de tanto trabajo y ánimo, así que Lucelly con su carisma y positivismo inagotable nos va contando el origen de los mercados campesinos y cómo lograron constituirse en una de las estrategias más exitosas de circuitos cortos de comercialización. En medio de la charla se asoma un café humeante que recuerda el placer de estar vivos en medio de una tierra que nos provee de tan coloridos sabores y variados olores.
Lucelly continúa exponiendo con orgullo que todos los campesinos y campesinas de su mercado hacen parte de lo que se ha denominado como pequeños productores y pequeños transformadores. En pocas palabras, son agricultores que realizan por sí mismos, o con apoyo de mano de obra familiar, su actividad productiva y algunos de ellos logran hacer transformación de la materia prima, por ejemplo, de leche a yogurt, de huevos a amasijos, de caña de azúcar a viche.
Las personas que integran el mercado campesino ilustran con precisión que, en Colombia, la agricultura familiar campesina y comunitaria es un elemento clave para la seguridad y autonomía alimentaria, porque además de proveer alimentos también recuperan y protegen las prácticas y saberes tradicionales en torno a la agricultura y a la gastronomía.
Mientras hablamos con los campesinos y campesinas, cada uno de ellos va contando su experiencia productiva: Carmen relata que su producto estrella es la famosa “rellena” -un embutido ancestral delicioso-, que se prepara con arroz, grasa de cerdo, cebolla y diferentes condimentos; Angélica expone con orgullo la “lechona” -plato típico de los departamentos del Huila y Tolima-; Nelson presenta el café con notas florales y acarameladas que atrapa a todo el público; Mauricio tiene sobre la mesa una variedad única de verduras de toda clase de colores y tamaños; Alcibíades logra capturar mi curiosidad con cubetas de huevos cuyos tamaños duplican cualquier otro que se pueda conseguir en el supermercado de mi barrio; Amparo generosamente me ofrece la “prueba” -típica expresión colombiana para saborear un poquito de alguna bebida o alimento- del “viche”, “tumbacatre”, “arrechón” y “tomaseca”.
La experiencia mutual comunal agroalimentaria-Agrocomunal- inició desde el año 2004 a partir del compromiso de la organización comunal de Tolima, Meta, Boyacá, Cundinamarca y Bogotá. El primer mercado campesino se realizó en la Plaza de Bolívar el 4 de noviembre de 2004 y desde ese día, se realizan cada 15 días, en 14 parques de diferentes localidades, vinculando cerca de 4.000 familias de 150 municipios de la Región Central.
Mercados Campesinos Agrocomunal cumple veinte años de existencia, su experiencia en prácticas que garanticen la seguridad alimentaria es digna de admirar, no solo por el beneficio económico que recibe una cantidad importante de productores campesinos sino por la ampliación de su radio de acción, cuyo modelo ha sido replicado en casi toda la geografía nacional.
A esta altura de mi visita, después de un desayuno de alto contenido nutricional con tamal, café y una canasta de amasijos -almojábanas, arepa boyacense, galletas-, indago con los productores acerca de sus desafíos sobre la producción de alimentos, es así como relatan al unísono que en el país se requiere estructura de la propiedad de la tierra (cantidad de área, predios y propietarios formales); también indican la importancia de la capacitación en cuanto a los usos del suelo, la protección de los recursos medioambientales y la vocación productiva (uso adecuado, subutilizado o sobreutilizado); y, no dejan de lado que es preciso definir para las zonas rurales la disposición de tierras para el cultivo y la producción agraria (área cosechada y producción agrícola).
El mercado campesino maneja un amplio ritmo de trabajo durante la mañana, veo gente ir y venir, compran a precios justos alimentos frescos y de calidad, conversan con los campesinos y se van contentos con la “ñapa”. Detrás de toda la armonía que se respira en el ambiente, se encuentra un andamiaje solidario y de liderazgo, mujeres y hombres de diferentes lugares del país que le apuestan a una identidad campesina de resiliencia y esperanza, de trabajo y autonomía, de autogestión y fraternidad. Se han convertido en amigos por un proyecto en común que va más allá del discurso neoliberal básico de generación de utilidades, ellos están convencidos de que es posible transmitir un mensaje de paz a través de los productos que van “de la tierra a la mesa”.
Agradecimiento especial a Lucelly Torres y a Mercados Campesinos Agrocomunal por su generosidad.