En memoria de don Camilo Rey

Escrito por: José Luis Jaramillo Buitrago

Don Camilo Rey con su tocado de plumas, arco y flecha, propios de la cuadrilla de los Guahibos.

Foto: Miguel Ángel Fandiño Castro, 2018

Instagram: @miguel.a.fandino

Es claro que nunca se termina de conocer a una persona. Y la muerte suele mostrar los rostros más amables del corazón de quien no deja. Sin embargo, me es imposible no recordar a don Camilo desde los ojos pacientes, las manos diligentes y el espíritu concentrado en su taller, mientras taladraba pepas y huesos para sus collares. Bajo aquel inmenso árbol de mamoncillo me lo encontré aquel día, durante las investigaciones que hice para mi tesis, en 2018, y bajo aquel mismo árbol me abrió su corazón para contarme su vida. Alternaba la reflexión con la voz pausada que solo dan los años, en medio de un humor constante, propio de un buen cuadrillero guahibo [1], como fogonazos de vida floreando entre el peso de la memoria.

Y bajo ese árbol de mamoncillos, junto a su silla de madera y el caminador rojo que lo caracterizaban, me contó que había nacido en 1939, en un San Martín donde las cercas no rajaban la sabana, donde los vaqueros y las haciendas mandaban la parada. En ese entonces, el pueblo no era más que un puñado de casas de adobe, moriche y palma real y celebraba su principal fiesta, Las Cuadrillas, en el parque central, que llegó a hacer las veces de plaza de mercado y manga de coleo. Sin embargo, como a muchos en aquella época, se vio afectado por La Violencia Bipartidista, la cual lo hizo migrar a Bogotá. Años después, tras la pacificación del Llano, retornó para nunca más abandonarlo, para dedicarse en pleno a lo suyo, el Llano, su familia y, sobre todo, a Las Cuadrillas. Puesto que, hasta este año, don Camilo había conservado el título de ser uno de los cuadrilleros más viejos.

Aún recuerdo con cariño la felicidad y el orgullo con el cual recordaba sus años como cuadrillero, en la festividad más antigua de la región. Aquella tarde, bajo ese mamoncillo, me mostró fotos y recuerdo de aquellos años y, con la misma sonrisa, nos dejó tomarle fotos, tanto a él como a su taller. Tuve la oportunidad de conversar un par de veces más con él, incluso en compañía de la Fundación Cultural Llano Adentro, pero su talante nunca cambió, como si Dios le hubiese metido el alma en gasolina para purgarle todos los gorgojos de la maldad [2].

Cuando me contaron de su muerte, no lo creí. Pensé, como pasa muchas veces, que era otro de tantos chismes que vuelan por las calles y las redes sociales. Pero no. El 28 de diciembre de 2023, al pasar por la sala de velación en donde sus familiares y amigos le daban la última despedida al son del joropo, no pude evitar llorar. Carros, motos y personas, con sus ojos húmedos miraban por última vez a uno de los tesoros más importantes para el pueblo, al patriarca de una amplia familia de viejo linaje sanmartinero, al cuadrillero legendario, al artesano consumado. Y, con su partida, no puedo evitar recordarlo y evocar las palabras más bonitas que alguien así puede pronunciar hacia el hijo de migrantes boyacenses que soy: “he aquí un buen cafuche”[3].

Al final, su vida y obra queda grabada a fuego en la memoria de quienes lo conocimos, de quienes compartieron y convivieron con él en su incansable espíritu que amaba al pueblo como solo él podía hacerlo. Solo me queda mencionar, como lo hace el himno de San Martín sobre aquel joven de las campañas de liberación,[4] “gloria al centauro guerrero, estandarte de la libertad; gloria al pueblo sanmartinero, estandarte de la libertad”

[1] Las Cuadrillas de San Martín son una fiesta tradicional del municipio de San Martín de los Llanos – Meta. En ella, se busca honrar al santo patrono del municipio (San Martin de Tours) mediante la representación de juegos “de guerra y paz” donde también se representan las cuatro “razas” que conforman, según el mito, américa latina y el llano colombo-venezolano: Galanes (españoles), Moros (árabes), Guahibos (indígenas) y Cachaceros (africanos).

[2] Según el mismo don Camilo, los “collares de pepeas” (a base de semillas nativas y huesos recogidos en la sabana) debían zambullirse en gasolina para evitar que se los comiera el gorgojo.

[3] Cafuche es un gentilicio tradicional y criollo del sanmartinero.

[4] Se cuenta que quien llevaba el estandarte de los ejércitos de libertadores era un sanmartinero.

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