Actualizado: 9 feb 2021
“Profe, lo que pasa es que yo no pude entregar el trabajo en la fecha en que usted dijo. No,
no es porque sea vago, sino que no tenía cómo. Mire, lo que pasa es que en mi casa solo
tenemos el celular de mi mamá y como la cosa está jodida, a ella y a mi papá les tocó irse
de encargados para otra finca a ver si conseguíamos al menos lo de la panela. Ni mi
hermanita, ni yo hemos podido hacer tareas. Estamos solos con un tío y mi mamá viene
cada quince días a vernos. Profe, ¿será que usted me da el chance? No sea mala, mire que
no quiero perder el año” 1 . Este es el testimonio que, con ligeras variaciones, se repite con
frecuencia en los buzones de WhatsApp de los profesores de la Institución Educativa Arturo
Salazar Mejía, centro educativo del municipio de Támara en Casanare.
Es cierto que la pandemia ocasionada por el Covid-19 ha trastocado la normalidad
de probablemente todos los sectores de la sociedad, sin embargo, tal vez una de las
poblaciones más afectadas por esta situación ha sido la población estudiantil de los
municipios con menores condiciones de igualdad en el acceso a herramientas tecnológicas.
Este precisamente es el caso de los estudiantes de la Institución Educativa Arturo Salazar
Mejía y sus sedes rurales en Támara Casanare.
La distribución de población entre el área urbana y el área rural de este municipio
dificulta el acceso por parte de sus habitantes a las herramientas tecnológicas. De los
1.181,81 Km2 que componen la extensión geográfica del municipio, 1.180.907 Km2 son del
área rural y solo 0.99 Km2 de área urbana. Esto es, 9 barrios ubicados en el casco urbano
de la población y 31 veredas en la zona rural del municipio. Por ello, el acceso equitativo al
internet en el municipio de Támara Casanare no es una realidad para muchos de sus
habitantes. En el casco urbano de la población la mayoría de las familias solo tienen un
celular con acceso a internet de manera limitada. En las veredas, por su parte, hay sectores
que no cuentan con señal telefónica y mucho menos energía eléctrica.
Sin embargo, en medio de este panorama tan complejo, los educadores del
municipio de Támara Casanare se han embarcado en la loable misión de que, a pesar de
que las condiciones no lo faciliten, sus estudiantes no se queden sin acceso a la educación.
Los profes -del colegio donde yo también estudié (¡gracias, mis profes!)- se han regresado
en el tiempo y sus clases ahora se envían en guías impresas para que sus estudiantes las
resuelvan por más desconectados que se encuentren. Creo que por eso es posible decir
que los profes de Támara también son héroes en esta pandemia. Porque, a pesar de que
sus guías muchas veces regresan tiznadas, u oliendo a humo y aguapanela, ellos no dejan
de trabajar para que esa inequidad que ahora golpea tan fuertemente a sus estudiantes, en
el futuro sea cada vez menos y ojalá ya no exista.
1 Testimonio de un estudiante habitante de una vereda del municipio de Támara Casanare dado a la docente Yazmin Caballero quien labora en la I.E Arturo Salazar Mejía.