EL COMPONENTE HUMANO DE LA REACTIVACIÓN ECONÓMICA

EL COMPONENTE HUMANO DE LA REACTIVACIÓN ECONÓMICA

Ivan Camilo Hernández
La pandemia del COVID-19 no solo ha desnudado el estado de atraso en el que se encontraba la mayoría de los servicios médicos del país, sino que ha puesto en evidencia la incesante desigualdad que afecta a la sociedad colombiana.

La abrupta caída del mercado laboral es solo una muestra de los graves problemas estructurales que aquejan a la economía colombiana en materia de acceso a oportunidades y generación de empleo. La situación en las ciudades es apremiante, pero realmente el sector que lleva la peor parte es el rural. Según el Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional se estima que en 2020 cerca del 57% de la población rural se encontraría en situación de pobreza; para las ciudades la pobreza se sitúa en el 40%.

Con este panorama, el reto de la reactivación económica es enorme. El sector público debe asumir este desafío “postcovid” como prioridad, por esta razón los gobernantes deben ser estratégicos a la hora de proponer políticas de reactivación, pues no debe caer en políticas diseñadas para otras contingencias, o en otras palabras: medidas genéricas.

El objetivo no es solo recuperar las tasas de crecimiento económico sino hacer una reestructuración al modelo de desarrollo que se ha venido dando, en especial en el sector rural. La diversificación de las actividades, la recuperación de la confianza de los emprendedores, sumado a aumentar la vinculación de jóvenes y mujeres al mercado laboral, son objetivos que se deben afrontar con políticas enfocadas en impactar positivamente la vida del comerciante o trabajador afectado y no simplemente al alza de indicadores económicos.

Así, el verdadero reto es brindar el apoyo institucional integral a las personas que han sido afectadas por este parón. Las personas que se vieron forzadas a parar sus negocios deben recibir apoyo, que no se limite a lo económico, para poder recuperar no solo las ganancias sino también la confianza que ha socavado las constantes cuarentenas.

Diversos estudios han confirmado que los estratos bajos y medios son los que se han visto afectados de peor manera por el Covid -19. No resulta descabellado pensar que esta situación se puede extrapolar a la situación del comercio; la realidad es que las micro, pequeñas y medianas empresas son las que han sufrido una mayor afectación en el último año.

Los gobernantes locales, departamentales y nacionales deben evitar caer en el error de pensar que se va a lograr la recuperación económica con intervenciones que se queden meramente en el ámbito monetario. Préstamos con intereses reducidos no van a ser la solución para los comerciantes, tal vez para los grandes comerciantes. Para los pequeños y medianos las intervenciones deben ser de carácter integral.

El encierro ha ocasionado daños considerables en la salud mental de un buen porcentaje de los hogares colombianos; depresión, ansiedad e incertidumbre fueron algunos de los sentimientos recurrentes en el 2020. Si partimos además de que los negocios no son un ente abstracto, sino que se componen de la gente que trabaja en ellos, se podría pensar que la reactivación económica debe tener un componente emocional. Al fin y al cabo, ni en el aspecto privado ni en el ámbito comercial, la plata va a ser suficiente para recuperarnos de este golpe.

Recuperar la confianza del público, del comerciante y del trabajador es fundamental para que los incentivos económicos cumplan su objetivo. Las instituciones del Estado deben brindar un acompañamiento de carácter amplio. Las inyecciones de capital deben terminar en comerciantes con la capacidad organizacional, emocional e informada de canalizar estos incentivos en inversiones viables. Los comerciantes, en especial los micro, deben recibir capacitación y acompañamiento en el largo proceso de la reactivación económica.

Esta situación nos ha dejado lecciones a todos, que indudablemente deben ser interiorizadas y aplicadas tanto por los individuos como en el comercio. La más evidente es el cuidado por uno mismo y por el otro.

La pandemia nos enseñó que comerciantes y consumidores somos miembros de la misma comunidad, que las ganancias pasan a segundo plano a la hora de salvar vidas, pero que son un asunto que no se puede detener indefinidamente. La experiencia demostró que muchos comerciantes prefieren arriesgar su salud que morirse de hambre, eso es una realidad.

A pesar de lo anterior, estas épocas adversas han incentivado la creatividad y las ganas de emprender de los colombianos. Es la oportunidad para impulsar la formalización de los emprendimientos en empresas estructuradas que les brinden mayores oportunidades de apalancamiento a los negocios. Es el momento de acercar los beneficios de ser una actividad económica organizada a las personas de a pie. Esas que desconfían de la legalidad por sus incesantes cargas tributarias.

Así, la reactivación económica es un asunto multisectorial con un elemento transversal: la confianza. Confianza en la legalidad, confianza en la capacitación como medio para acrecentar los negocios, pero sobre todo, confianza en que sí el gobierno, trabajadores, empresarios y el público ponen de su parte, podemos salir de esta difícil situación y transformar para bien la manera en la que se desarrolla la economía en Colombia.

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